Contadictoria nostalgia

Extractado de El futuro del progreso

En el imaginario occidental la idea de progreso tiende a interpretar la Historia como superación constante del ser humano y el acercamiento a formas de vida social cada vez más plenas. A juzgar por la afición a lo vintage, algo no cuadra.

Tenemos por un lado la espiral de vértigo de las contantes novedades con las que nos tienta la tecnología. Esa misma tecnología que incita a perdernos en la profusión de información, sobre todo en forma de imágenes, que incorporamos a nuestro propio relato a un sólo click. Parece que lo que une el futuro con el pasado reciente (lo vintage) es el puente de la nostalgia. ¿No es una curiosa contradicción con nuestra occidental interpretación de progreso = avance + perfeccionamiento?

Tecnología y nostalgia: procesos altamente aditivos

Cuando un proyecto te lleva al goloso proceso de indagar, investigar y documentar, no es fácil mantener el enfoque (…) la cuestión está en si lo que se buscan son «buenas respuestas» o nuevas preguntas. Porque tal vez ahí está el escollo en el que se enquista la actual profusión de desarrollo discursivo. Conversar es la forma de construir conocimiento pero conversar es más que hablar, se necesitan experiencias, que no es lo mismo que experiencia porque, a la velocidad que todo «parece» evolucionar, ¿que es tener experiencia? ¿Qué significa conocimiento experto?

Compartía Manel Muntada en su bloc de notas una cita de Jorge Wagensberg sobre la interdisciplinariedad del conocimiento:

La adquisición de nuevo conocimiento navega delicadamente entre la dispersión y la concentración. La observación necesita dispersión [buscar lo diferente entre lo similar], mientras que la comprensión necesita concentración [buscar lo común entre lo diverso]

Progreso

Retomando lo del progreso y la nostalgia, la mirada al pasado debe servir para clarificar el enfoque. Es decir, tras la dispersión indagadora debe asomar lo común de lo disperso, que no es lo mismo que la heurística simplificadora y sesgada que nos lleva a contentarnos con que «lo que vemos es lo que hay».

Este episodio del NODO del 2 de enero de 1978 (ese año tan “constitucional») da tres brillantes trazos gruesos de lo poco coherente que es nuestra occidental interpretación del “progreso”:

  • Salvar el rastro. La lucha ideológica amenaza el comercio en este tradicional mercado de ocasión madrileño.
  • Ayer y hoy del teléfono. Breve historia de la evolución de un aparato imprescindible para el desarrollo de la civilización moderna.
  • El pueblo de los juguetes. La localidad alicantina de IBI aporta sueños infantiles a todos los países del mundo.

 

 

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