El momento actual es realmente apasionante porque nos plantea la inmensa capacidad que tenemos los humanos para transformar la ciudad y por tanto acelerar el proceso de abandono.
El concepto de abandono nació con el sedentarismo porque para dejar algo primero hay que estar. La humanidad lleva milenios ocupando el espacio: la aldea es un invento neolítico que llegó intacto hasta mediados del siglo XX pero en los últimos 150 años todo se ha acelerado. El proceso de abandono ha crecido de forma exponencial.
Sin embargo, como dicen también en el documental ¿Abandonado?, para algunos este concepto no existe: Nada está realmente abandonado, más bien todo está en constante transformación. (…) cuando los humanos lo abandonan, la naturaleza empieza a recuperarlo.
La sociedad de la información ha acelerado todos los procesos y los cadáveres del abandono pronto superarán a los que fue fue dejando el paso de la sociedad agrícola a la industrial.
Pero, ¿por qué abandonar sin pensar en una segunda vida? Derribar y volver a construir es mucho más caro que reutilizar y las posibilidades son infinitas mientras que el suelo no es.
Deberíamos pensar en los lugares abandonados a raíz de lo que pueden significar y del papel que pueden tener en la ciudad futura. De esta manera la ciudad del pasado no deja de ser una herencia que recogemos y proyectamos con nuevos usos y en eso reside quizás la innovación, lo que nos invita en realidad a repensar, no sólo a pensar sino a repensar, los lugares del abandono.
(…) Las ciudades necesitan lugares complejos, lugares de la complejidad donde pase más de una cosa, donde haya más de una función. En ese sentido cuantas más historias nos explique una ciudad, más sostenible será.